Los capitanes de nuestras vidas

A lo largo de la vida atesoramos muchas cosas. Posesiones materiales, amistades verdaderas, momentos importantes y un sinfín de recuerdos. Estos dos últimos puntos son los más importantes que podemos atesorar. ¿Quién no recuerda su primer día de escuela, su primera caída de diente o su primera vez en el estadio?

En nuestros recuerdos, es imposible no tener presente a nuestros padres. Con ellos dimos nuestros primeros pasos, aprendimos a levantarnos cada vez que nos caímos y a sacar una enseñanza de cada vivencia. Incluso, muchas veces definen nuestra forma de ver el mundo, nuestra manera de pensar y hasta nuestro hinchaje por un club y la pasión por el fútbol.

Hoy, en su día, recordamos cómo influyó la figura paterna en los líderes de Embajadur, qué rol asumieron en la vida de cada uno y qué momentos los marcaron de por vida, ya sean como hijos o como padres.

Un sueño de padre e hijo

Para Rainer, siempre existió Universitario. Su padre y su familia fueron los que hicieron que el ‘Motorcito’ pueda decir que es merengue desde que era chiquitito. “Me acuerdo la primera vez que fui a un estadio, en 1987. Tenía 7 años y mi papá me llevó a Oriente, junto a un compañero y su papá”. Si bien no recuerda el rival de aquel duelo, sí recuerda que lo dejó ir con la barra de Oriente para hinchar por Universitario.

Además de ser quien lo llevó al estadio por primera vez, fue el artífice del mejor momento de su carrera. “Cuando jugaba en Cristal y vino el tema de la renovación, lo llamaron a mi papá desde Universitario. Él me manejaba (era su representante), y a pesar de que en la primera etapa en la ‘U’ no me fue tan bien, él hizo todas las negociaciones para volver al club. Uno de sus sueños era que yo juegue en la ‘U’”. Sin saberlo, su padre nos dio a uno de los artífices de los dos últimos campeonatos del club y uno de los últimos grandes futbolistas que tuvo Universitario.

Rainer Torres es papá por segunda vez y dice que su familia ya está  completa | FUTBOL-PERUANO | EL BOCÓN

El año que llegó al club tuvo dos alegrías: la obtención del Apertura 2008 y la llegada de Alessandra, su primogénita. Si bien Ale fue la primera, no sería hasta la llegada de Fabio (2011) que uno de sus hijos se involucraría de lleno en el club. “A mi hija la mantuve un poco alejada de lo que es el fútbol, pero mi hijo sí es hinchaza de la ‘U’. Iba a las concentraciones conmigo, estuvo en las celebraciones del campeonato del 2013. Incluso, aprendió a caminar en el Monumental”, señala Rainer quien, tras la obtención del título en Huancayo, declaró que una de las cábalas ese año era llevar dos días antes de un partido a Fabio a las prácticas. Rafael, el último (2019), aún no es consciente de la importancia de ser de Universitario en la familia Torres. Pero todo apunta a que en algún momento se enfundará la crema para no quitársela nunca más.

Rainer Torres: “Mi hijo fue la cábala para campeonar” | DEPORTES | PERU21

La identidad viene de familia

Miguel Torres es otro de los que puede decir que aprendió en casa los valores y el respeto no solo para el día a día, sino para Universitario. Fue su padre quien desde pequeño hizo que Miguel amara el fútbol y entendiera lo que significaba Universitario. “Mi papá desde pequeño siempre me inculcó el amor por la camiseta, el conocer el estadio y quien influyó en poder llevarme a las divisiones menores de Universitario y hacer una carrera deportiva”.

Desde entrenar en Fertisa (Callao) hasta pasar a entrenar en Vidú y llegar al primer equipo, Miguel siempre tuvo la compañía de su padre en todo momento. “A los 18 años, tuve la fortuna de debutar y celebrar el Tricampeonato. Después de la celebración con el plantel, estuve celebrando sanamente con mi padre en casa. Le contaba todas las experiencias que había vivido en el camarín después de que la ‘U’ le ganara a Juan Aurich, a pesar de no haber salido en lista en ese partido. Se lo contaba muy emocionado a mi padre, y él estaba muy orgulloso de mí”.

Como papá, aún no tiene la dicha de repetir con Basti, Lucca y Mikella esas enseñanzas que tuvo de su padre. “Mis hijos tienen 6, 4 y 2 años. Todavía no existe ese sentimiento del fútbol, ni siquiera pueden permanecer viendo 90’ un partido de fútbol. Todavía no saben lo que es el amor por la ‘U’”. A pesar de que aún no son conscientes de la importancia de Universitario en la vida de Miguel, los pequeños sí han visto fotos y videos de su papá vistiendo la camiseta crema, y eso lo deja más que seguro. “Obviamente ellos van a ser crema, por historia familiar”.

Una capitana con doble función

Así como hay familias en las que el padre siempre está presentes, hay otras en las que por diversas circunstancias la madre tiene que asumir una doble responsabilidad. Desde la pronta partida de don Walter Orejuela cuando Carlos tenía 16, doña Martha Pita tuvo que asumir el rol de padre y madre en la familia.

Carlos reconoce que su madre al principio no quería que él sea futbolista. “En esa época no se veía bien a los futbolistas por algunos aspectos, pero al final se dio cuenta que era mi sueño y mi pasión”. Si bien en casi toda su carrera estuvo presente su madre, su padre también quiso que llegue a ser profesional. “Él quería que yo sea futbolista porque de chico me veía, me llevaba a jugar”. Cuando don Walter ya no pudo estar presente, fueron doña Martha y los hermanos de Carlos quienes fueron el motor en la carrera de ‘Alí’.

Gracias a sus hermanos se hizo hincha de Universitario. “Mi primera imagen en un estadio es a los 6 años, en un clásico. Mis hermanos me llevan 8 y 11 años, y fueron quienes me llevaron a mi primer partido. Desde ahí me hice hincha de Universitario”. Con su madre y sus hermanos guarda uno de los recuerdos más importantes para un futbolista: el primer gol como profesional. “Cuando hice mi primer gol en Primera, ella estuvo ahí. Luego, tras el partido, fuimos a la casa y estuvimos junto a mis hermanos, que siempre han estado ahí para mí”.

Doña Martha partió el pasado mes de mayo. Hoy ya no está presente físicamente, pero ‘Alí’ la pasará acompañado de sus tres grandes tesoros. “A Ana Paula, mi hija mayor, no le gusta mucho el fútbol, pero sí es hincha de la ‘U’. A la que sí le gusta el fútbol es a Julieta, mi segunda hija de 4 años. Le gusta el fútbol desde chiquita, ha ido a verme jugar y tiene en bien en claro de qué equipo es”. Ahora con Facundo, el menor de 1 año, espera que se repita la historia de Julieta. “Sus tíos le regalaron una camiseta de la ‘U’, y cuando todo vuelva a la normalidad, espero poder llevarlo al estadio para que sepa todo lo que es Universitario”.

Una carrera conlleva una gran responsabilidad

A diferencia de Rainer, Miguel y ‘Alí’, en la vida de Carlos Galván no hubo una influencia en el hinchaje por algún equipo. En su caso, tenía entre 6 y 7 años cuando un equipo de barrio fue a casa a preguntar por él. Aquel día, su papá le dio la responsabilidad más grande su vida. “¿Te gusta jugar al fútbol? Bueno, lo único que quiero es, hasta que termines secundaria, ver los boletines aprobados a fin de año. Yo solo me voy a fijar en eso, nada más. Mientras no repitas ningún grado en la escuela, no va a haber problema en jugar al fútbol”.

Desde casa. Ahí comenzó a formarse el sentido de responsabilidad y liderazgo que posee un capitán, esa identidad que terminó con Carlos siendo de los últimos caudillos que ha tenido Universitario. “Para mi papá, en ese momento, el fútbol era algo secundario. Sabía que era mi pasión, pero también priorizó mis estudios. Una cosa va de la mano con la otra”.

Siendo el capitán de su familia, Carlos influyó en Ingra y Tasha el mismo sentido de responsabilidad, sin presión al gusto por el deporte rey. “Mis hijas no son nada de fútbol. Una juega básquet y la otra, las veces que quise inculcarle algo de deporte, solamente le gustó el atletismo. Respetaron siempre mi trabajo, y capaz que ahora siendo más grandes toman magnitud de lo que fui como futbolista y mi carrera, sacrificio y todo lo que hice por ellas. Porque además de ser mi pasión, era un trabajo”.

Y es con ellas con quien vivió uno de los momentos más importantes de su carrera. “El mejor recuerdo que tengo con mis dos hijas es entrar al Monumental para la final con Alianza en el 2009 con las dos de la mano. Nunca había entrado con mis hijas al campo, y más jugando una final y saliendo campeón. Fue algo inolvidable”.

Cada padre es un mundo distinto. Desde el que te acompaña a la cancha hasta el que te deja en claro las cosas desde un principio. Incluso las que asumen ese rol de capitán y capitana al mismo tiempo, sin olvidar a los que asumen esa responsabilidad a pesar de no estar ligados por sangre al equipo.

Cada uno tiene su propia forma de inculcar valores y formar a sus hijas e hijos como personas de bien para la sociedad, y son esas vivencias junto a nuestros padres las que nos hacen reflexionar en nuestros partidos más difíciles, recordando que ellos siempre estarán en la tribuna de nuestra vida celebrando nuestros triunfos y apoyándonos en las derrotas, sea física o espiritualmente. Feliz día, capitanes.

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